José Ortiz Medina
Eran las 1:30 horas de la madrugada de este lunes 3 de junio. Al área de urgencias de un nuevo hospital que se ubica cerca de Plaza Crystal, ingresaron a un joven que fue atropellado.
El chavo gritaba. Tenía fracturas múltiples. La más grave, en la cadera.
De inmediato se hizo presente un personaje con aspecto de músico y con cierto aire de cineasta.
Envalentonado, el sujeto dijo: “yo me hago cargo de los gastos… por eso no hay problema”.
Pero cuando le entregaron el presupuesto al individuo -una cantidad que casi arañaba los 500 mil pesos- “hasta se fue pa´tras”, como su delicado hermano.
“Oye, se parece al hermano del Gobernador”, dijeron en voz baja algunos del personal médico.
“¿Me pueden esperar tantito”, dijo al gerente del nosocomio el varón de rasgos indígenas pero con ropa y calzado fifí, sudoroso por haber ingerido alcohol en un reciente festejo de una candidata en la Plaza Lerdo.
Entonces, el influyente le dijo a la preocupada mamá del muchacho: “¿Puedo hablar con usted a solas?”.
Tras varios minutos de discusión -porque la progenitora del morro no aceptaba sacar de ese centro médico a su hijo- el fulano con nombre prehispánico volvió con los médicos.
-Me lo llevo al CAE.
-Oiga, pero es que el paciente debe permanecer inmovilizado… no se lo puede llevar… es muy riesgoso trasladarlo en este momento.
-Yo me hago responsable…
-Entonces firme aquí, y que firme también el familiar del lesionado.
-Oiga, y un último favor… ¿será que pueda borrar todos los datos para que no quede ningún registro?…
Los testigos que observaron el accidente, dicen que el conductor iba a exceso de velocidad y en aparente estado de ebriedad. De repente, embistió una motocicleta. Horrorizados, los demás automovilistas vieron cómo el joven voló por los aires y como muñeco de trapo, su cuerpo dio dos marometas. El responsable se libró de pagar un cuentón en un hospital privado, pero ahora es probable que no pague nada y todos los gastos sean absorbidos por un centro médico público. Estaremos al pendiente del caso.