Y Mariana/ DE RAY…

Y Mariana

De Ray…

La lluvia acaricia el parabrisas en medio del tráfico. El algoritmo hizo su magia para leer mi mente y poner play a tu guitarra que apapacha mi alma con “Pulsos y Pausas”.

Con el motor en stop, viajo en el tiempo 26 años atrás, hasta aquel jueves de paraescolar cuando, en el auditorio de la “Oficial B”, desde el escenario, mis ojos recorrían cada una de las butacas para encontrar caras conocidas y tratar de adivinar quiénes se inscribirían a mi Taller de Teatro. Durante el trayecto, el brillo de shamú colgando en tu cuello hizo que detuviera mi mirada ahí, en el rostro que me miraba atento detrás de los lentes redondos. Ese primer encuentro fue como si nos conociéramos de esta y otras vidas, y desde entonces decidimos tomarnos de la mano y acompañarnos en la ruta, más que como amigos, como cómplices, como esa familia que teje sus lazos desde el corazón.

Aquél jueves de 1998, definitivamente no imaginé que te convertirías en uno de mis mejores amigos, o que “Nutria” el nombre que me diste de cariño dada mi predilección por esos bichitos marinos, me acompañaría en lo público y en lo privado hasta el día de hoy. Recuerdo ese trabajo de psicología en el que debía dibujar un árbol y, en sus raíces, señalar los nombres de mis personas más cercanas. El tuyo figuraba ahí, aunque con una raíz muy pequeña; sin duda, ni tú ni yo vislumbrábamos todas las historias y aventuras que nos aguardaban juntos, los cientos de proyectos, sueños, la confianza que tejeríamos día a día al punto que, en medio de la pandemia, cuando fui al quirófano, fuiste la persona responsable de decidir por mí en caso de que se tuviera que autorizar algo durante la intervención y de resguardar todos los passwords de mi vida por si era necesario usarlos.

Desde la puerilidad, jugábamos cada tarde por teléfono a contarnos detalladamente cómo ensayabas unos acordes con Pablo Milanés o le corregías algunas letras a Silvio Rodríguez; en mi caso, el juego era que revisaba la dramaturgia de Carballido o que, como su mánager, planeaba la gira con Delgadillo.

La vida y la perseverancia nos llevó a alcanzar y superar aquellos sueños y, en el momento correcto, te puso hombro a hombro en el escenario con Milanés en Puebla, ganaste la beca María Grever y lanzaste la producción de tus tres discos; mientras que, a mí, me llevó a las pantallas de México y Latinoamérica dando vida a “Toña la Negra”, a entrevistar no sólo a Delgadillo, sino también a Filio, Mexicanto, Oceransky, Ricardo Peña, Silvina Tabbush y tantos más.

La vida, tu música, mis representaciones y entrevistas nos concedieron el honor de que Carlos Díaz “Caíto” nos apadrinara, y Messe nos hermanara al adoptarnos como sus hijos; nos permitieron echar a la suerte y al antojo a dónde queríamos viajar para que dieras concierto, a componer el mundo mientras recorríamos las carreteras del País, a pisar juntos cada escenario que quisimos para presentarnos con tu música y mis versos, y sí, también la canción que siempre me cantas es la que da nombre a esta columna, desde hace no sé qué tiempo ya.

Sin planearlo, un día nos encontramos para darnos mutuamente la noticia que habíamos dado otra vuelta de tuerca: tú te decantabas por la medicina y yo por el derecho.

No sólo no nos vemos a diario, sino que pueden pasar meses, años quizá sin encontrarnos frente a frente, pero tenemos certeza que siempre estamos el uno para el otro ante una emergencia, en los momentos de celebración y, más aún, en los de angustia, tristeza o desesperación. Estamos seguros que, tras compartirnos un problema, recibiremos el consejo más desinteresado y amoroso, el abrazo necesario y, finalmente, el comentario sutil que nos hará estallar en carcajadas.

Tenemos confianza en que, cualquier día, sin anuncio previo aparece “Morfina” o “Nutria” en la pantalla de nuestros teléfonos y, sin importar que no nos hayamos comunicado en un siglo, la conversación fluirá como si nunca nos hubiéramos dejado de ver.

Desde que llegué a la materia electoral no recuerdo un solo domingo de jornada en el que no hayas marcado para saber cómo estoy, si necesito algo y hacerme saber que estás orgulloso de mí.

Por mi parte, quisiera poder llamarte cada vez que atiendes a un paciente para decirte lo mismo, pero ese teléfono sería un carpintero…sin embargo, hoy, en tu cumpleaños, no te traje media tonelada de flores, dos boletos para el cine, ni un disco de los Rolling, pero sí 20 poemas de amor y una canción desafina, 150 sueños dorados y la tradición de mis letras para decirte no sólo que estoy muy orgullosa de ti, sino además, que me sé y me siento muy afortunada de tener a un amigo como tú, de crecer juntos, de acompañarnos por la vida y de confirmar que, el rostro que me miraba atento detrás de los lentes redondos aquél jueves de 1998 se sigue sintiendo como si nos conociéramos de esta y otras vidas.

Gracias por tu amistad, Ray Morteo; gracias por tu talento, gracias por tanto…

La lluvia persiste. El algoritmo ha hecho su magia para poner play a tu guitarra que apapacha mi alma con cada una de tus canciones.

¡Feliz Cumpleaños, Morf!

Pulsos y Pausas: https://open.spotify.com/track/2iuGITA4Ka9dXosar1XWdB?si=M_swiWedRJG4wZjBQy3s4g

 

Liz Mariana Bravo Flores

X: @nutriamarina