OPINIÓN / México y la ruleta rusa comercial: el error que nos puede costar carísimo

José Ortiz / En Corto

Si algo ha demostrado la historia es que los errores económicos se pagan caro, pero en México tenemos la costumbre de aprender cuando ya estamos con el agua al cuello. Mientras en otras partes del mundo los países se preparan para los riesgos del comercio global, aquí seguimos apostando todo a una sola carta: la relación con Estados Unidos. Y ahora que la amenaza de una guerra comercial vuelve a estar sobre la mesa, la pregunta es inevitable: ¿quién demonios nos va a salvar?

Estados Unidos es el destino del 80% de nuestras exportaciones, y lo que vendemos allá representa más del 34% de nuestro PIB. En otras palabras, una de cada tres riquezas generadas en México depende de lo que nos compren los estadounidenses. Ahora bien, ¿qué tan importante es México para la economía de EE.UU.? Apenas el 1.3% de su PIB y el 9% de sus exportaciones. O sea, no nos necesitan tanto como nosotros a ellos.

Pero en Palacio Nacional parece que aún no lo entienden. Cada vez que Washington amenaza con aranceles, el gobierno se indigna, alza la voz, habla de soberanía… y al final termina cediendo. No hay estrategia de diversificación, no hay plan B, no hay siquiera un control de daños. Solo discursos y frases hechas.

Supongamos que EE.UU. decide aplicar un arancel del 25% a los productos mexicanos. ¿Qué pasaría? Lo que ya han advertido los expertos: una caída del PIB de hasta 1.8% en el primer año, la pérdida de al menos dos millones de empleos, un golpe directo a las industrias automotriz, agroalimentaria, manufacturera y tecnológica, y el encarecimiento de productos mexicanos en EE.UU., lo que nos haría menos competitivos.

El sector automotriz sería el primero en caer. México exporta el 88% de sus autopartes y vehículos a Estados Unidos, y un arancel volvería inviable esa industria. Las plantas cerrarían, los inversionistas se irían, y el desempleo en estados como Coahuila, Guanajuato y Puebla sería un desastre. El campo tampoco se salvaría. México es el principal exportador de aguacates, tomates y cerveza a EE.UU., pero si esos productos suben de precio por los aranceles, los consumidores buscarán otras opciones. Y ya sabemos que los estadounidenses pueden vivir sin aguacate mexicano, pero México no puede darse el lujo de perder ese mercado.

Años y años escuchamos a los gobiernos hablar de diversificación comercial. Nos vendieron tratados con Europa, Asia y América Latina. Pero la realidad es que más del 75% de nuestras exportaciones siguen yendo a EE.UU. ¿Dónde están esos grandes mercados alternos que nos prometieron? No existen. Brasil, por ejemplo, reparte sus exportaciones: 27% a China, 11% a EE.UU., 9% a la Unión Europea. Vietnam hace lo mismo: 29% a EE.UU., pero el resto a China, Corea, Japón y Europa. Esos países sí diversificaron. México no.

Ante la posibilidad de una guerra comercial, cualquier país serio ya estaría tomando medidas. Pero en México, el gobierno sigue con su misma estrategia: esperar a ver qué pasa y luego reaccionar con discursos. En lugar de prepararnos con incentivos fiscales, estrategias de diversificación o un plan de protección al empleo, la apuesta es que EE.UU. se apiade de nosotros. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer cuando Washington deje de comprar?

La realidad es que estamos contra la pared, y no porque Estados Unidos sea un abusivo, sino porque nosotros mismos nos pusimos en esta posición. Años de complacencia, de gobiernos que apostaron todo a un solo mercado, de una economía que se olvidó de fortalecer su mercado interno. Cuando nos cierren la llave del comercio, no habrá discursos que nos salven. México necesita actuar ya. Pero mientras el gobierno siga con su política de “abrazos, no aranceles”, el país sigue caminando hacia el abismo comercial. La pregunta que queda en el aire es ¿quién va a pagar los platos rotos?