Progreso social

Tercero Interesado

Progreso social

El progreso social es, en esencia, la capacidad de una sociedad para garantizar que todas las personas vivan con dignidad, ejerzan sus libertades y desarrollen plenamente su potencial en igualdad de oportunidades. No se limita al crecimiento económico ni a la acumulación de riqueza; más bien describe un proceso mediante el cual se mejoran, de forma continua y sostenible, las condiciones materiales, institucionales y las posibilidades de desarrollo que determinan la calidad de vida. La experiencia internacional demuestra que un país puede incrementar su PIB durante décadas y, aun así, fracasar en proporcionar bienestar, seguridad o movilidad social a amplios segmentos de su población. México no escapa a esta realidad.

El Índice de Progreso Social (IPS) permite medir ese bienestar de manera más precisa. En su edición 2025 incorpora 57 indicadores aplicados a 170 países y los organiza en tres dimensiones que ayudan a comprender si la riqueza realmente se convierte en servicios, derechos y capacidades para las personas. De acuerdo con el informe 2025 del AlTi Global Social Progress Index, 73 países (43% del total) registraron poco o ningún avance en el último año, lo que confirma que la mejora social no surge automáticamente a partir del crecimiento económico. En América Latina, el avance ha sido modesto y desigual. La región elevó su puntuación promedio en la edición más reciente del IPS, aunque el progreso acumulado desde 2011 continúa siendo limitado. Algunos países han logrado mejoras en nutrición, vivienda y saneamiento, pero siguen existiendo rezagos importantes en inclusión, educación superior, seguridad y oportunidades laborales. Estos patrones reflejan problemas estructurales como desigualdad persistente, baja confianza institucional y precariedad del empleo, dificultando convertir el crecimiento económico en bienestar.

En el caso de México, el desempeño es intermedio, pero profundamente fragmentado. De acuerdo con los datos del IPS y diversos análisis regionales, el país ha mostrado avances en varias dimensiones desde 2015, aunque de manera poco homogénea, ya que existen zonas con indicadores comparables a naciones de ingreso medio-alto y otras cuyo rendimiento se asemeja al de países con rezagos sistémicos; en los hechos, esta disparidad alimenta la percepción de la existencia de “dos Méxicos”. En el desglose estatal del IPS, la Ciudad de México, Aguascalientes, Querétaro y Nuevo León figuran entre los mejores resultados, mientras que Guerrero, Oaxaca y Chiapas permanecen consistentemente rezagados.

Las causas de esta brecha son múltiples y suelen coincidir en un mismo territorio. La desigualdad regional, la inseguridad que reduce derechos y oportunidades, la informalidad laboral que limita el acceso a la protección social y las debilidades institucionales que restringen la eficacia de la inversión pública suelen presentarse de manera simultánea. Aunque el país ha logrado ampliar la cobertura educativa y de salud, estos avances no siempre se traducen en calidad ni en acceso efectivo a las condiciones que impulsan la movilidad social.

Pensar el progreso social implica reconocer que la infraestructura social es tan determinante como la física. La educación de calidad, los servicios de salud efectivos, el acceso universal a información y tecnologías, los mercados laborales que garanticen trabajo digno y las políticas orientadas a reducir brechas de género y territoriales constituyen la base de un avance sostenido. El IPS confirma que los países con instituciones sólidas, políticas coherentes y mecanismos eficaces de rendición de cuentas logran convertir mejor su riqueza en bienestar. Mejorar la calidad de vida requiere inversiones constantes, diseño institucional y voluntad política para redistribuir oportunidades, pero, sobre todo, continuidad, coordinación y una orientación estratégica que trascienda ciclos políticos y coyunturas. El progreso social es la expresión más honesta del desarrollo, pues supone reducir desigualdades, fortalecer instituciones y garantizar que el crecimiento se convierta en oportunidades reales. Más allá de las estadísticas macroeconómicas, el progreso social se refleja en la vida cotidiana de millones de personas cuyo bienestar debe orientar el reto del desarrollo nacional.

Carlos Tercero

3ro.interesado@gmail.com