Digo, nadie renuncia a una zona tan verdaderamente de confort como el consulado de México en Barcelona (ubicado en una especie de Polanco catalán, cuyas magníficas instalaciones se encuentran justamente en vecindad con una clínica del dolor donde, al parecer, el Tío Fidel ejerce algún tipo de asesoría, dicen las malas lenguas), para enfrentarse al resentimiento, la iniquidad y la malaria de la envidia que padecen sus adversarios políticos. Como que el gran Fidel, que compite en grandeza, labia y colmillo retorcido con sus tocayos Velázquez y Castro Ruz, se dijo a sí mismo: “Si el profe Moreira, que quedó en calidad de santo en espera de feligresía, la libró, ¿por qué yo no?”. Cuando un personaje ha ganado tantas veces el gordo de la Lotería (a lo mejor por eso le heredó toda su plenitud del pinchi poder al entonces regordete Javier Duarte), construido una admirable reputación de estadista y evadido de manera tan elegante todas las acusaciones malsanas que sobre él han pesado cual espada de hule de Damocles, no queda más remedio que esperar que, dadas las circunstancias, esta vez no solo termine siendo absuelto por la autoridad (aunque no necesariamente por la Historia), sino que es muy probable que sea ungido como el nuevo presidente del PRIcámbrico temprano ahora que está en su etapa de renovación moral. Fidel Herrera, enarbolando un estilo poco común entre los funcionarios mexicanos acusados de cosas terribles —aunque no tanto como haber confundido, porque debe ser una confusión no un negocio turbio, el agua destilada con quimioterapia pediátrica—, en vez de emprender la graciosa huida más bien amenaza con regresar a Veracruz a demostrar su inocencia, por principio lógica e irreprochable. Eso, quién sabe por qué, tiene un poco consternada a la opinión pública, sobre todo a los veracruzanos, quienes temen —seguramente por la mala prensa que ataca a Herrera peor que a Donald Trump, que padece de algo parecido a la paranoia al revés, es decir, cree que todos están obligados a quererle— que Fidel regrese por lo poquito que dejó su sucesor, que es el Porky mayor. Ahí sí, en el dudoso e injusto caso de que lo llegaran a detener por sus medicinas fake, habría que solicitarle de la manera más atenta al ex góberprecioso que se abstenga de hacerle como el Padrote Padrés, que ya lleva algunos días en una huelga de hambre (los perversos suponen que se trata de la dieta de la luna) cual si fuera El Chapo Guzmán alegando que los custodios lo acosaban. A lo mejor al ex góber adicto a la acumulación originaria de presas en sus ranchos no le han mandado champaña para sus mimosas. Por la manera en que dejó un Veracruz progresista, próspero y moderno, yo sí le creo a Fidel. Y cuando afirma que salvó a 200 niños —porque sin duda lo hizo con tan solo tocarles la frente—, le creo más todavía. (Fuente: Milenio, “Política cero”; Jairo Calixto Albarrán, 24/ENE/2017).