Después de las fiestas patrias, las giras del presidente Enrique Peña Nieto, al interior de la República, además de las emotivas despedidas que sin duda se darán en cada uno de los estados, serán aprovechadas por el titular del ejecutivo, para dejar bien claro al posible sucesor, que la dirección política para mantener la gobernabilidad, está marcada y tendrá que ceñirse al cumplimiento y realización de las las Reformas Estructurales del gobierno que termina.
Con toda certeza, el candidato del PRI a la presidencia de la República, se apropiará de las Reformas Estructurales de Peña Nieto, para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024; pues la tarea previa a toda elección, está cumplida, desde el momento en que la visión del presidente Enrique Peña Nieto, con la implementación de dichas reformas, augura estabilidad y desarrollo para el futuro del país.
Las Reformas Estructurales que servirán de bandera para la oferta política del próximo candidato presidencial del PRI, se orientan a dar respuesta anticipada al reclamo social; y ninguna otra fuerza política o coalición de partidos, como la que plantean el PAN y el PRD, tendrán el discurso necesario para contrarrestarlas, sobre todo cuando ya se ha visto que esa coalición, lo único que busca es alcanzar el poder, por el poder mismo.
En el caso del PAN, sin el compromiso de reivindicar a los sesenta millones de mexicanos que viven en estado de pobreza y sin asegurar a los otros sesenta millones de mexicanos, que mantendrán su estabilidad económica y los privilegios que han obtenido, a costa de la explotación de los mexicanos pobres.
De origen, el partido de Gomez Morin persiguió fortalecer a la iniciativa privada; y lo logró, sin embargo, no alcanzaron sus metas, programadas para la privatización del régimen socialista establecido en la Constitución de 1917, en los artículos 3, 27 y 123 de la Carta Magna.
Y el otro partido político PRD, asociado al PAN, jamás ha luchado por conseguir la distribución equitativa de la riqueza pública y mucho menos porque los mexicanos tengan acceso a la educación, en forma democrática; a los servicios de salud sin discriminación alguna; garantizada la alimentación y vivienda digna; por lo que el descrédito para el PRD, lo acompaña desde que las tribus que lo conforman, se han encargado de manipular las elecciones internas del partido y las “alianzas” para ganar elecciones, por las que llegan al poder público con sus antagónicos asociados y sin poder gobernar de manera institucional por el bien de la patria.
Ya se ha visto que el PRD y sus aliados de la izquierda moderada, solo buscan posiciones en el gobierno para obtener prebendas en favor de las “tribus que representan”, y que han convertido a muchos de los que fundaron el PRD, en burócratas chapulines que han vivido del erario público por espacio de treinta años, desde 1987 en que se fundó el Partido de la Revolución Democrática; y ahora se espantan, mirando la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. Succionadores profesionales, como los ha identificado la clase política mexicana.
De tal suerte, que el resultado de la elección presidencial del próximo año, dependerá en gran parte del aprovechamiento de la movilidad, discursos, acuerdos y cumplimiento de la palabra empeñada, por quien es reconocido como “el fiel de la balanza”, cuya decisión definirá al candidato a sucederlo en los Pinos. Para entonces el principio del fin, habrá llegado para el Presidente Enrique Peña Nieto, y el nuevo mesías alimentará la esperanza de millones de mexicanos que sin equivocarse emitirán su voto en favor de quien garantice acabar con la inseguridad, la delincuencia, la impunidad, la corrupción y el desvío de recursos públicos, que constituyen los principales males de nuestro tiempo.