Kamala Harris, compañera de fórmula de Joe Biden, ha hecho historia: será la primera mujer vicepresidenta en la historia de Estados Unidos.
Pero esa no es la única barrera que rompe: será también la primera mujer de color y la primera de origen asiático en asumir ese papel.
“Esta elección es sobre mucho más que @Joe Biden o yo. Es sobre el alma de Estados Unidos y nuestra voluntad de pelear por él. Tenemos mucho trabajo por delante. Empecemos”, tuiteó Kamala en su página donde ya se lee: vicepresidenta electa de Estados Unidos.
A sus 56 años, la dinámica y belicosa senadora demócrata de California permitió que Joe Biden, de 77 años, obtuviera el apoyo de un electorado más diverso que buscaba estar mejor representado en la cima del poder.
Tanto es así que algunos dijeron que no votaron por Biden sino por ella, una abogada de padre jamaicano y madre india.
Durante la campaña, Kamala ha llamado incansablemente a una movilización histórica de mujeres y minorías, denunciando los intentos de obstruir el voto en los estados tradicionalmente republicanos.
Harris ya tiene títulos de pionera. Creció en Oakland, donde su padre, profesor de economía, y su madre, investigadora del cáncer de mama, eran activistas de los derechos civiles.
Graduada de la Universidad Howard, fundada en Washington DC para acoger a estudiantes afroestadounidenses en medio de la segregación, recuerda regularmente su membresía en la asociación de estudiantes negros “Alpha Kappa Alpha”.
Después de dos mandatos como fiscal en San Francisco (2004-2011), fue elegida dos veces fiscal general de California (2011-2017), convirtiéndose en la primera mujer, pero también la primera persona negra, en encabezar los servicios judiciales del estado más poblado del país.
Luego, en enero de 2017, prestó juramento en el Senado en la capital estadounidense como la primera mujer del sur de Asia y la segunda senadora negra de la historia.
Su riguroso cuestionamiento de los candidatos presidenciales durante las audiencias de confirmación en el Senado la hizo conocer como el rostro contra los magistrados designados a la Corte Suprema Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett.
Durante las primarias demócratas, también prometió “liderar la acusación” contra Trump en el Congreso.
Pero fue durante uno de los debates de las internas partidarias cuando se enfrentó al propio Biden, atacándolo por sus posiciones pasadas con respecto a las políticas de segregación racial en la década de 1970.
Conmovió al contar cómo, cuando era pequeña, estaba en uno de los autobuses que llevaban escolares negros a barrios blancos, con lo cual creció brevemente en las encuestas.
Sin embargo, terminó tirando la toalla de la carrera presidencial. Su experiencia en los poderes legislativo, judicial y ejecutivo, y su cercanía con Beau Biden, hijo de Joe y exfiscal de Delaware que murió de cáncer en 2015, convencieron a su exrival de elegirla como su compañera de fórmula.
A Biden también le sirve su imagen de mujer moderna, “Momala” de los hijos de su marido y orgullosa de su familia ensamblada con el abogado blanco Douglas Emhoff, quien también participó activamente en la campaña presidencial. Pero sobre todo, su fuerza.
Biden ha dicho que pretende ser presidente de un solo periodo, dados sus 77 años de edad que lo convierten en el más grande que haya asumido la presidencia. Y necesita de la vitalidad de Kamala, quien, a su vez, deberá demostrar su capacidad y mostrarse presidenciable para el 2024.