Ing. Fernando Padilla Farfán
A diez y nueve años del acontecimiento, aún recordamos con cierta pesadumbre la imagen de las torres gemelas de New York -vivo ejemplo de la tecnología en el desafío a la gravedad-, ceder ante el impacto de sendos aviones tripulados por terroristas de convicciones auto flagelantes, decididos a ofrendar su vida por causas reivindicativas de orden religioso, como fue el caso.
La versión oficial del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, la misma que conoció y aceptó todo el mundo, fue centrada en el impacto y la ignición del combustible contenido en los tanques de las naves. Se afirmó que las columnas de acero de la estructura de los edificios de 110 niveles cada uno, fueron doblegadas por el intenso fuego que terminó en la caída de ambas torres casi al mismo tiempo. Eso se podía leer en los boletines oficiales.
Pero hay algunas cosillas que analizadas de manera acuciosa, contradicen la versión oficial.
Empecemos por lo primero.
El proyecto nace al inicio de la década de los sesentas, para ubicarlas como Centro de Comercio Mundial. Su construcción sería la más alta del mundo en esa época. El diseño se lo encargaron al prestigiado ingeniero Minoru Yamasaki, titular, y otros prestigiados más.
El primer desafío fue que las construcciones resistieran el impacto de un avión Boeing 707, con los tanques llenos de combustible, máxima ocupación de viajantes, y a una velocidad virtualmente la más alta posible para un avión de pasajeros; toda vez la experiencia de 1945 cuando un avión militar por neblina chocó contra el Empire State.
De acuerdo a los cálculos de los expertos en estas cuestiones, cada una de las torres gemelas resistiría no tan solo el impacto de un avión con las características descritas, si no dos a la vez y en distintos niveles.
Obviamente que también se calculó la explosión considerando una mayor a la real.
Las columnas fueron revestidas con una mezcla altamente resistente al calor, que pudiera generar el combustible de más alta ignición conocido en aquel tiempo.
El exterior de las construcciones como parte del diseño, estaban forradas por una especie de malla metálica que jugaría importante papel ante un eventual impacto: absorbería parte del choque.
Aturdidos por la noticia, los norteamericanos sí creyeron en las versiones oficiales del intenso fuego y la espectacular colisión.
Estaban tan desorientados que no tuvieron oportunidad de reflexionar que en el mundo, en la historia reciente, ningún edificio con estructura de acero ha sido derrumbado por el fuego por intenso que sea. Tampoco pensaron en los altos márgenes de resistencia y seguridad de las Torres Gemelas de N.Y.
No repararon en lo que significaban las intensas nubes de humo que salían de los edificios, y que se explica de la siguiente manera: cuando el fuego es intenso y ha alcanzado su máxima expresión de calor, el humo es escaso. Cuando hay mucho humo quiere decir que el fuego no es intenso, tal como se observa en las gráficas del desastre. Si no es tan intenso el fuego, entonces cómo explicar el derretimiento del acero.
Otro detalle. De acuerdo al video de un aficionado, metros antes que la nariz del avión tocara la segunda torre, se observa una explosión que sale del interior del edificio. Ninguna razón había para que así fuera. Más aún cuando los tanques de combustible están dentro de las alas.
El combustible de abasto para aviones con motores a reacción, es queroseno. Este combustible ante un impacto como los sucedidos se quema rápido. Tanto que la mayor parte del mismo pudo haberse quemado en la explosión por el choque, y el resto en los siguientes 10 minutos. No durante casi una hora como ocurrió.
El acero cuando se calienta a muy altas temperaturas sufre distorsión. En esta hipótesis, los edificios antes de derrumbarse se hubiesen inclinado paulatinamente hacia alguno de sus lados, no verticalmente hacia abajo.
Las torres Gemelas se derrumbaron en 10 segundos pero con los efectos de una implosión, como las programadas para destruir edificios viejos sin tocar a los de junto.
Los medios de comunicación informaron del secuestro de cuatro aviones que fueron desviados de su ruta. El tercero de ellos supuestamente se estrelló en el Pentágono. Pero en las fotografías que circulan en internet, que en su momento se ocultaron para no ser decomisadas por los cuerpos de seguridad, muestran solo un hueco de 5 por 4 metros en la pared, pero sin la huella provocada por las alas y los motores.
En el exterior no se encontró ningún pedazo del fuselaje como hubiese ocurrido en un accidente. Pero dentro del edificio tampoco había partes de la supuesta nave. Como si las paredes lo hubieran tragado.
Los radares registraron un “vehículo” pequeño y veloz en dirección del Pentágono. No un avión.
En los aeropuertos militares de los EEUU hay aviones que pueden despegar en cualquier instante para derribar, si fuese necesario, cualquier nave que intencionalmente salga de su ruta. Nadie se movió a pesar de los reportes de los controladores aéreos.
Cuando Bush recibe la noticia en una reunión con niños, no le provoca el menor asombro. La expresión de su rostro no sufrió la más mínima alteración; continuó atento del encuentro. Quedaron grabadas las expresiones de asombro de los colaboradores que le dieron la noticia al Presidente. El resto queda en la especulación.