En Corto Sin Cortes LAS OCURRENCIAS DE JUANGA

EN CORTO… SIN CORTES

José Ortiz Medina

LAS OCURRENCIAS DE JUANGA

En estos tiempos de pandemia han salido a relucir desde lo más sublime y heróico de la humanidad, hasta lo más idiota y deleznable de los denominados homo sapiens.

Vemos a médicos y enfermeras que han dado hasta la vida para salvar otras, pero también actos mezquinos e irracionales.

Por citar un ejemplo de lo vergonzoso y reprobable, ahí está el caso del dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, quien ha tenido la osadía de debatir con intelectuales su “derecho” a organizar fiestas sin cubre bocas y sin sana distancia.

Y acá en la aldea xalapeña, hemos escuchado las declaraciones absurdas y sin sentido del regidor Juan Gabriel Fernández Garibay, quien exige que sea cancelada la Ley Seca.

¿Pero acaso este junior no se ha dado cuenta que la Atenas Veracruzana se encuentra en semáforo naranja y con riesgo de retornar al rojo?

En qué cabeza cabe hacer esas declaraciones cuando se ha demostrado de manera fehaciente que reducir el consumo de alcohol disminuye las convivencias sociales y por lo tanto la proliferación de contagios.

Pero eso pasa cuando la lengua no está conectada al cerebro.

O como dijeran en mi pueblo: “hay pendejos que sólo hablan porque tienen lengua”.

FIDEL COMÍA DESDE LANGOSTA…
HASTA FRIJOLES CON QUESO

Del anecdotario de la grilla jarocha: Fidel Herrera fue un gobernador de contrastes. Lo mismo comía langosta que frijoles con queso y chiles en vinagres.

Pero era un hombre generoso, del crustáceo sí le compartía a los choferes y
demás servidumbre, pero cuando devoraba “el caviar de los pobres” con el derivado lácteo y el enlatado, comía prácticamente en solitario; sabía que si convidaba tan pobre y ordinario alimento, no sería tan apetitoso para sus trabajadores.

En lo único en lo que Fidel no se iba a los extremos era en los vinos. Ahí sí tenía que ser rigurosamente la marca Vega Sicilia, el cual compraba por cajas, y cuya botella –la más barata- oscila en 10 mil pesos, pero las hay más caras dependiendo de la cosecha y si es reserva o tempranillo.

Cuando Fidel era invitado a inaugurar un hotel, restaurante o cualquier otro establecimiento fifí, en la oficina del entonces Gobernador siempre pedían a los anfitriones comprar la marca de vino favorita del mandatario.

Pero un empresario radiofónico de Xalapa quiso hacer trampa. Mandó comprar un vino más o menos bueno, pero la botella como de a 500 pesos.
Cuando Fidel probó la bebida, con un tono displicente expresó: “pero éste no es Vega Sicilia, y lo dijo en voz alta para que los comensales escucharan”.

Y acto seguido, le dijo a su asistente: “tráeme una caja de la que traemos en la camioneta”.

Fidel ya sabía que muchos inversionistas “codos” no compraban su marca favorita de vinos; por eso es que siempre traía lista una caja del fermentado de uva. Y el negro disfrutaba exhibir a los ricachones “marros” porque era una forma de humillarlos.

Él, que había vendido longaniza y dulce de coco en su infancia, por las calles de Nopaltepec, pues era un “orgullo” ofrecerle bebidas caras a los hombres de negocios.