En voz baja, los políticos de la vieja guardia la llamaban “doña Borolas”. Que doña Borolas hizo esto… que doña Borolas hizo esto otro…
… que cobraba diezmos (o a veces era el 20 o hasta el 30%) a proveedores del DIF estatal… que vendía placas de taxis en complicidad con “Laguitos” en la CNOP estatal… que cacheteaba a colaboradores “traidores”… que cacheteaba a amantes de su esposo… que tenía un carácter de los mil demonios… que era muy directa, sin rodeos, para decir las cosas, como buena norteña… que impuso al menos a dos o tres colaboradores en el gabinete del Tío Fide, entre ellos al “Dr. Simi” porque “era igual de eficiente que Peimbert, pero más barato”… que se la jugó a morir con el gordito rata a quien luego ya en el poder llamó “traidor” y “desleal”…. que tenía mil achaques y con frecuencia la hospitalizaban, le enderezaban la columna y le drenaban la sangre… que si no hubiera estado tanto tiempo hospitalizada, que hubiera robado más… que si esto, que si lo otro…
… doña Borolas era la comidilla todo el tiempo… pero cuando la saludaban, haciendo una reverencia, exclamaban: “Señora, ¿cómo está?… ¡qué gusto saludarla!”…