Atanasio Hernández
Vivimos tiempos de un individualismo exacerbado. A nadie importan los demás. Se trata de “primero yo”, para todo, contra todos, y tal vez a ello se deba la proliferación de Las ladies y los lores, quienes llevan al insulto y hasta a los golpes, situaciones verdaderamente absurdas que pudieron evitarse con un poco de consideración, paciencia y respeto.
Esta manera de ser, que va desde colocar objetos en la calle para “apartar” el estacionamiento del automóvil justo frente a la casa, que no tiene cochera; utilizar las banquetas como estacionamiento, o pararse indebidamente frente a una sucursal bancaria para utilizar el cajero automático, la llevamos a todos los aspectos de nuestra vida: la fila en la tienda de conveniencia, la circulación de bicicletas sobre las banquetas, el bloqueo a los peatones cuando chateo o platico con alguien, no levantar las eses del perro cuando lo paseo, y un larguísimo etcétera.
De igual manera, mucha gente tira o deja en la calle desperdicios de índole diversa: desde la envoltura de un chicle hasta los envases desechables de alguna bebida, y a veces peor, porque desechamos cosas a medio consumir: En la fachada de mi casa, sobre un saliente entre el muro y la reja superior alguien dejó un vaso de plástico transparente con la mitad de un jugo de naranja. Nosotros siempre limpiamos el frente, pero con esto hicimos un “experimento social”.
Durante la primera semana –porque nadie, nunca, lo retiró de ahí–, la descomposición del jugo dejó el agua arriba (posiblemente el producto venía alterado); luego, el líquido se fue tornando parduzco, y casi al cumplirse el mes, era un cultivo propio de laboratorio. El asunto es que ningún vecino o transeúnte consideró que le correspondiera hacer algo.
Sirva este ejemplo para ilustrar lo que pasa en nuestra ciudad, donde el problema de la basura –no digo desechos, porque en su mayoría vienen revueltos orgánicos e inorgánicos– termina cuando cada quien la saca a la calle, a tiempo o cuando le viene en gana, y se libra de tenerla en casa. Lo que pase después no es mi problema.
Por eso es todavía más relevante lo que ha logrado esta administración municipal, que convirtió el tiradero a cielo abierto en manos de una empresa privada, beneficiaria de un contrato millonario, en un verdadero relleno sanitario en el que se confina la mayor parte de las 460 toneladas de basura que producimos diariamente. No es poca cosa. Para que tenga una idea: Si una tonelada de desechos equivale a un metro cúbico y una alberca olímpica tiene 2 mil 500 metros cúbicos, los xalapeños nos tardamos cinco días en llenarla de basura.
Claro que no todo va al Relleno Sanitario. Los trabajadores de limpia hacen un esfuerzo por separarla, de tal suerte que obtienen de 70 a 80 toneladas de materiales reciclables, y de 20 a 30 toneladas diarias de materia orgánica apta para su tratamiento en el Centro Municipal de Compostaje, donde se convierte en tierra o suelo que sirve para fertilizar las áreas verdes de la ciudad.
Pero no todo es responsabilidad del Ayuntamiento. Cada persona debe ocuparse, al menos, de no tirar basura en la calle, sacarla únicamente al toque de la campana bien sellada o atada, para que no se disperse, y hasta de separar los desechos orgánicos e inorgánicos. Ahora que, si le parece mucho pedir, basta con que no abone a ensuciar la vía pública y siga las primeras dos recomendaciones.
Seguramente quienes tienen en el frente de su casa alguna montonera, donde el resto de los vecinos acude a depositar su basura, estarán de acuerdo en la necesidad de que se haga con más orden y cuidado, pues los desechos se dispersan sobre las banquetas con el viento, la lluvia y la acción de terceros, como los pepenadores, quienes buscan desechos que les permitan obtener algún beneficio económico. Al final, una forma de subsistencia.
Es momento de hacer algo por nosotros mismos y por los demás. Ningún gobierno puede con esa carga solo, aunque tuviera cientos de camiones y empleados levantando a todas horas lo que tiramos en las calles. Es necesario tomar conciencia, pues nadie desea vivir entre la basura. Xalapa, la ciudad entera, es nuestra casa.