Opinión | DELGADO COMERCIALIZA LA POLÍTICA

Reynaldo Escobar

La extinta clase política mexicana, desapareció del escenario, sin que se tenga hasta hoy, el modelo de gobernante que necesitamos los mexicanos, para evitar el derrumbe de las instituciones públicas y consecuentemente del Estado de Derecho.

Todavía quedan unos días, para aquellos oportunistas que buscan candidaturas del partido MORENA, a puestos de elección popular, cuya identidad se conocerá el próximo 6 de junio por la noche; bajo el mito de que ser candidato morenista, implica ser ganador por ese sólo hecho, ya que los candidatos de la 4T contarán con todos los recursos económicos, políticos y policiacos.

Los neopoliticos improvisados y advenedizos, han abandonado las filas de los partidos donde se forjaron y hoy pretenden asegurar posiciones, con el solo hecho de portar la camiseta de color “rojo quemado”; sin ocultar la estrategia de volver a treparse en las valencianas de AMLO para lograr la charola y la nómina oficial.

A Mario Delgado, dirigente nacional de MORENA, se le acusa por militantes y simpatizantes de su mismo partido, de vender las candidaturas a diputados federales y gobernadores en las 15 entidades donde habrá elecciones, para recuperar el dinero invertido en sus costosas giras de promoción personal en busca de convertirse en el sucesor de Andrés Manuel López Obrador.

Mario Delgado, mediante zancadilla, le quitó a Porfirio Muñoz Ledo, el triunfo en la elección interna de su partido y el presidente AMLO solapó el golpe bajo contra Muñoz Ledo, olvidando el “gran Tlatoani”, que fue el diputado Porfirio, quien lo recibió en el PRD y le cedió su lugar en la dirigencia nacional del Partido del sol azteca, cuando el tabasqueño renunció al PRI.

Mario Delgado, aspira y suspira ocupar el lugar de su jefe, ahora que el tabasqueño ha reiterado que no buscará la reelección en 2024 y tampoco promoverá la ampliación de su periodo presidencial; la disciplina en Morena no existe y menos la institucionalidad, la venta de candidaturas que realiza Mario Delgado, según sus detractores, le dará el elemento económico indispensable para convertirse en el heredero universal del poder político de su jefe.