De cuando espiaban a Fidel

Ahora que ha resurgido el tema del espionaje realizado por los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto a empresarios, políticos y figuras públicas, entre ellas el propio presidente López Obrador, nos recuerdan que en Veracruz fue una práctica recurrente la de personajes vinculados al yunismo, que se daban a la tarea de rastrear llamadas telefónicas, seguimientos personales a encumbrados políticos y hasta infiltrados con tal de obtener información valiosa para usarla en contra de los “enemigos” del sistema desde los infaustos tiempos de El Palomar.

Un personaje que fue cliente asiduo de estas prácticas yunistas fue Fidel, a quien los espías del yunismo seguían mañana, tarde y noche para saber todos sus movimientos y desde luego, sus andanzas amorosas en aquellas villas del Hotel Xalapa donde solía llegar –pasado de copas- con una que otra fémina de no mal ver…

Los teléfonos de Fidel estaban intervenidos y había un grupo especial que prestaba atención al más mínimo detalle para mantener informado al jefe del clan del Estero, como aquella vez en que el político cuenqueño fue grabado en una reunión con militantes priistas y funcionarios públicos en el 2007 en la Academia de Policía durante el proceso electoral de ese año, donde Fidel se explayó dando indicaciones a diestra y siniestra de cómo hacer trampa para ganar en las urnas.

Muchas historias se tejen alrededor del aparato de espionaje surgido, precisamente, en los tiempos del chirinato cuando Yunes tenía a su cargo la operación política y quien sin escrúpulos por igual pagaba a meseros, boleros, taxistas, choferes, “mata-haris”, etc., para registrar cada movimiento de los “objetivos”, como le llamaban entonces, a personajes políticos, periodistas, empresarios, y líderes sociales.

Por cierto, hubo “mata-haris” que el Turco mandó a ciertos “objetivos” como políticos de oposición o periodistas “críticos”, pero algunos de estos terminaron enamorándose de las guapas chicas que utilizaba el poderoso ex Secretario de Gobierno, algo digno de una novela romántica que podría llevar por título: “Me enamoré de mi espía”.

Basta hurgar tantito en ese pasado no muy lejano para confirmar que el caso de Pegasus se queda corto con las actividades de espionaje que inauguró Yunes en la política veracruzana… Esta historia, sin duda, dará para más…