LOS DERECHOS HOY
Arturo Zaldívar
En días recientes hemos visto una explosión de campañas de desinformación provenientes de la derecha, particularmente en redes sociales, con el propósito de desvirtuar la trayectoria de distintos actores políticos y manipular a la opinión pública.
Según el activista digital Julián Macías (@JulianMaciasT), en las primeras semanas de este mes se publicaron más de diez millones de tuits fraudulentos que alcanzaron los primeros lugares en tendencias a nivel nacional, pretendiendo relacionar al presidente López Obrador y a Claudia Sheinbaum con el narcotráfico. Un análisis detallado mostró que estas publicaciones son producto de una campaña de desinformación a gran escala, que emplea miles de cuentas falsas y automatizadas para inundar la red social con una narrativa perniciosa, divisiva y engañosa.
La guerra sucia, la calumnia y la propaganda maliciosa han sido estrategias de la derecha por mucho tiempo. Durante los años del régimen neoliberal sus arquitectos desplegaron un extenso arsenal propagandístico para generar la falsa idea de que el país marchaba bien, de que contaban con el respaldo unánime de la sociedad y de que las voces opositoras eran marginales o inexistentes.
Hoy, que la desinformación digital se ha convertido en una preocupación central para las democracias de todo el mundo, integrantes de la derecha aprovechan las redes sociales para desplegar campañas de manipulación en cuestión de segundos, con el fin de explotar las preocupaciones de la gente y transformarlas en miedo, rechazo y polarización.
No son esfuerzos aislados. Se trata de auténticas estrategias de manipulación política que pretenden distorsionar el debate utilizando propaganda automatizada, teorías de conspiración y una retórica divisiva y extremista. Sus artífices no son novatos. Son especialistas que utilizan complejos modelos de machine learning y otras herramientas para fabricar noticias, manipular contenido audiovisual, generar Deep fakes, infografías tendenciosas, hashtags y memes de engaños. El contenido que fabrican se disemina y amplifica mediante cuentas falsas o bots que operan en forma coordinada y automatizada para posicionar su mensaje e inflar las tendencias. Las cámaras de eco en el entorno digital exacerban el problema, pues las personas son expuestas a contenido que refuerza sus prejuicios y animadversiones, lo cual hace extraordinariamente difícil distinguir los hechos de la ficción (D. Lazer et al., 2018).
En consecuencia, espacios como TikTok, X, Facebook o YouTube —que tienen un importante potencial para la deliberación pública—, se han convertido en terreno fértil para diseminar teorías conspirativas, noticias tendenciosas y propaganda sensacionalista, todo lo cual tiene un impacto profundamente nocivo en la conversación pública (L-M. Neudert et al., 2019).
Lo cierto es que este tipo de estrategias erosionan las instituciones básicas de nuestra democracia y son absolutamente inaceptables. La desinformación que propaga la derecha no solo distorsiona la opinión pública, sino que vulnera las libertades políticas y fractura el terreno de civilidad que nos permite dialogar, encontrarnos y construir acuerdos en comunidad.
Que quede claro: a sus arquitectos no los motiva la búsqueda de la verdad, la libertad o la vida; mucho menos la defensa de la democracia; sino el temor de perder sus privilegios y redes de influencia, así como la incapacidad de imaginar una ruta distinta a la de la justicia social para construir un país más justo e igualitario.
Por fortuna, la sociedad mexicana ya no confía en ellos. Sus voces han perdido toda legitimidad. Hoy tenemos un pueblo despierto que conoce y exige el ejercicio de sus derechos. Hoy tenemos un pueblo que ya no está dispuesto a tolerar las artimañas del pasado, porque por primera vez se siente visto y representado desde el poder público. Hoy, esa sociedad robusta y despierta no será presa del engaño, ni aceptará menos que la honestidad, la dignidad y la justicia que merece.