“Abrazos, no balazos”: La estrategia que convirtió a México en un narcoestado

José Ortiz Medina

El gobierno de Estados Unidos ya no oculta su postura. México no solo es un problema de seguridad, es una amenaza directa para la estabilidad norteamericana. La última declaración de la administración Trump es una bomba diplomática: Washington acusa directamente al gobierno mexicano de tener una “alianza intolerable” con los cárteles de la droga. No es solo una crítica, es una justificación para futuras represalias económicas, comerciales y, quién sabe, hasta militares.

La estrategia de “Abrazos, no balazos”, vendida como una política humanista y socialmente responsable, ha sido el mayor fracaso en seguridad de los últimos tiempos. Bajo esta bandera, los cárteles crecieron sin freno, expandieron su poder económico y territorial, y consolidaron su dominio en regiones enteras del país. El narco ya no se esconde, gobierna.

Estados Unidos lo deja claro: el fentanilo es una emergencia nacional. La administración Trump amenazó con aranceles del 25% a México y Canadá y del 10% a China, acusándolos de ser responsables de la crisis de opioides que mata a cientos de miles de estadounidenses.

Pero lo más grave no son los aranceles, sino la narrativa que lo acompaña:
• México “brinda refugios seguros” a los cárteles para que fabriquen y transporten narcóticos.
• El Estado mexicano es cómplice de la crisis de fentanilo en EU.
• La seguridad nacional de Estados Unidos está en riesgo por la inacción de México.

La acusación es devastadora. Y lo peor es que hay motivos para que Washington lo sostenga. No se necesita ser un analista en seguridad para ver lo que está pasando. El crimen organizado ha infiltrado estructuras de gobierno, financia campañas, dicta políticas y ejerce control territorial en vastas zonas del país.

Desde Sinaloa hasta Michoacán, pasando por Guerrero, Zacatecas y Tamaulipas, entre otros estados, los grupos criminales operan como auténticos gobiernos paralelos. Cobran impuestos, controlan rutas comerciales, designan alcaldes, regulan economías locales y deciden quién vive y quién muere. Y el Estado mexicano lo ha permitido.

Sheinbaum: atada de manos

Claudia Sheinbaum heredó una bomba de tiempo. Si quisiera enfrentar de verdad al crimen organizado, tendría que traicionar a los mismos grupos que sostienen políticamente a la 4T. Por eso, su margen de acción es mínimo. No puede cambiar la estrategia de seguridad sin dinamitar su base política.

O Sheinbaum actúa, o Estados Unidos lo hará por su cuenta. Y eso significa más sanciones, más presión diplomática y posiblemente acciones directas contra el crimen en suelo mexicano.

La historia es clara: cuando Washington señala a un país como amenaza para su seguridad nacional, las consecuencias son impredecibles.

México ya no es visto como un socio confiable, sino como un Estado fallido.¿Seguirá la farsa de “Abrazos, no balazos”, o finalmente el gobierno enfrentará a los monstruos que ayudó a crecer?

Porque si no lo hace, Estados Unidos lo hará por nosotros. Y cuando eso pase, el costo será mucho mayor.

Ya este lunes se declaró una tregua de un mes entre ambos países para ponerle una pausa en el tema de los aranceles, pero si México no cumple con las exigencias de Washington en materia de narcotráfico y trasiego de fentanilo, en un mes volverán las presiones. La pesadilla aún no termina. Como en el cine de terror hollywoodense de que cuando los protagonistas creían aniquilado al muñeco diabólico, al final éste siempre resurgía entre los escombros humeantes. Trump seguirá dando mucha lata a los de la 4T…