José Ortiz / EN CORTO
En Veracruz no nos hackearon los rusos, ni los chinos, ni los marcianos. Nos hackearon los de siempre: la incompetencia, la improvisación y el desprecio por lo público.
Ahora resulta no sólo hackearon los servidores de la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV), sino que los ciberpiratas también violaron la poca seguridad que había en la información de la Secretaría de Salud del Estado de Veracruz.
Lo que ocurrió en los Servicios de Salud del Estado (SESVER) no es un “incidente cibernético” ni un error técnico: es un bochornoso retrato de lo que pasa cuando los puestos clave los ocupan cuates, compadres y cuotas políticas en lugar de profesionales preparados.
Resulta que a SESVER le vaciaron los sistemas. Así, sin anestesia. Se metieron al corazón digital de la institución, secuestraron la información y exigieron millones de pesos por una llave de desencriptación que nunca se pagó. ¿Y qué hizo el gobierno estatal? Nada. Mejor dicho: hizo lo único que sabe hacer bien… el ridículo.
Según chats filtrados, la reacción interna fue una mezcla de risas nerviosas, resignación y ocurrencias. Que se perdió todo, que “ni modo”, que “a hacer otro sistema”. Y mientras los técnicos jugaban a los bomberos digitales, los expedientes, las nóminas y los datos personales de miles de veracruzanos desaparecían en la nube… pero no precisamente la del progreso.
Lo que más indigna no es solo el hackeo, sino la pasmosa naturalidad con la que el gobierno lo asume. Como si fuera un apagón más, como si no estuvieran obligados a proteger la infraestructura crítica del sistema de salud. El mensaje es claro: pueden robarse la base de datos entera y a nadie se le mueve un pelo. Total, el que se enferma es el pueblo, no ellos.
No hay información clara, no hay responsables visibles, y mucho menos una estrategia seria para evitar que esto vuelva a ocurrir. El gobierno no solo fue incapaz de prever el ataque, también fue incapaz de reaccionar como una administración moderna. Quedaron expuestos como lo que son: un grupo de burócratas con computadoras de adorno y talento de papel.
Pero ojo: este no es un caso aislado. Es una alerta roja de lo que puede venir. Si SESVER fue hackeado hoy, mañana puede ser Finanzas, Educación o Seguridad Pública. ¿Y entonces qué? ¿También se reirán? ¿También saldrán con que “hacer otro sistema” es la solución?
La gobernadora debería estar furiosa. No con los hackers, sino con su propio equipo. Porque esto no fue un ataque externo: fue un sabotaje interno desde la ineptitud. Veracruz no necesita enemigos si tiene funcionarios que abren la puerta al caos digital y se quedan viendo cómo todo se quema… mientras mandan stickers por WhatsApp.
No se trata solo de restaurar un sistema. Se trata de recuperar la confianza en un gobierno que no puede proteger ni sus propios archivos.
Y sí, señora gobernadora, si esto no la hace estallar, entonces usted ya es parte del problema.