En Corto / EL SEPULTURERO DEL PRI

José Ortiz Medina / EN CORTO 

El PRI en Veracruz ha pasado de la agonía a la fosa común, y el sepulturero tiene nombre y apellido: Adolfo Ramírez Arana. Lo que debía ser una negociación estratégica para construir una alianza con el PAN terminó siendo un desastre absoluto por la falta de habilidad política del dirigente priista.

Alejandro “Alito” Moreno llegó con la mejor disposición, el PAN mostró apertura y se sentaron en la mesa de la cordialidad y el diálogo. ¿Y el PRI? Con un dirigente incapaz de construir acuerdos, la negociación murió antes de empezar. Los sectores priistas brillaron por su ausencia. ¿Dónde están los líderes del PRI en Veracruz? ¿Dónde está Pepe Yunes Zorrilla? Ni los sectores obreros, ni la CNC, ni la CNOP, ni siquiera la estructura territorial se hicieron presentes. Los grandes ausentes fueron los mismos que deberían estar defendiendo al partido.

La diputada federal Lorena Piñón, quien suele levantar la voz en otros temas, se desentendió por completo. Héctor Yunes, quien ha sido un férreo tribuno y con su experiencia ha dado la cara por el PRI en el Congreso Local, esta vez optó por la prudencia. Un silencio que sorprende y que deja más dudas que certezas sobre el futuro del priismo en Veracruz.

Los perversos, siempre con su narrativa conveniente, manejan otra versión. Dicen que el PAN se vendió, que su dirigencia pactó con Morena en un movimiento estratégico que dejó al PRI en el abandono. Pero más allá de conspiraciones políticas, lo real es que la incapacidad de Adolfo Ramírez Arana abona a cualquiera de todas estas versiones. Un dirigente fuerte y con oficio hubiera negociado en lugar de facilitar la fragmentación opositora.

Es inevitable hacer comparaciones. Marlon Ramírez, con todo y sus errores, al menos entendía el ajedrez político. Cuando fue dirigente, tejió con el PAN y el extinto PRD, logrando conformar una alianza que, aunque insuficiente, al menos dio la pelea en la elección pasada. Marlon supo sumar y negociar, entendió que en la política la supervivencia depende de la capacidad de hacer acuerdos estratégicos. Pero con Adolfo, el PRI no solo ha perdido peso político, sino que ha terminado por convertirse en un espectador irrelevante de la contienda electoral.

La realidad es cruda: sin alianza con el PAN, el PRI se enfrenta a una elección municipal prácticamente sentenciado a la derrota. Mientras Morena y el PVEM consolidan su estructura en todo el estado, el tricolor sigue encadenado a un liderazgo errático que lo hunde cada día más.

Veracruz es testigo del desmoronamiento del priismo, pero no por la fuerza de sus adversarios, sino por la incompetencia de quienes deberían estar rescatándolo. Y mientras Adolfo se aferra a su pequeño trono de arena, el PRI camina sin remedio hacia su desaparición.