Todos los días, poco antes de las seis de mañana, Agustín Hernández sube a su taxi para iniciar su trabajo en el puerto de Veracruz. Es el sostén de una familia integrada por una esposa y tres hijos, todos estudiantes en el nivel básico; solo uno de ellos, el mayor, que tiene 14 años, trabaja y aporta al mantenimiento del hogar; dos o tres horas, de lunes a viernes, lava carros a unas cuadras del Hospital “Adolfo Ruiz Cortines” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Agustín Hernández se mueve sin mucha prisa; 19 años en el volante le han enseñado que el acelerador se debe pisar con cuidado. Maneja un vehículo subcompacto, el popular Tsuru, que lleva tres décadas en el mercado sin mayores modificaciones y que en la industria automotriz se identifica por su bajo nivel de seguridad para conductor y pasajeros.
Dice que hay autos más económicos en el consumo y rendimiento de combustible, pero no están al alcance de los concesionarios o, en otros casos, las refacciones les convierten en malas opciones para quienes se dedican al transporte.
Con nostalgia recuerda los años de bonanza para los taxistas; eran tan pocos los autos de alquiler que rodaban por las calles que quienes se dedicaban a esta actividad registraban buenos ingresos; un taxista, comenta, ganaba suficiente dinero para mantener de forma holgada a su familia… “hasta dos casas, la grande y la chica”, esboza una sonrisa.
Días de bonanza para taxistas, cosa del pasado
Pero esos días quedaron en el pasado; hace 15 años, por ejemplo, en la primera parte del sexenio del ex gobernador Miguel Alemán Velasco, cuando todavía no se comenzaban a liberar las concesiones, eran tan pocos los taxis veracruzanos que resultaban insuficientes para satisfacer la demanda.
Posteriormente, durante la administración del ex mandatario Fidel Herrera Beltrán el número de unidades de alquiler aumentó de manera exponencial en Veracruz… comenzó así una crisis profunda para quienes se dedican a esta actividad, que se reflejó en el precio en que se cotizan las concesiones; de más de 600 mil pesos, se ubicaron en 200 mil o menos, de acuerdo con el municipio en que el taxi presta servicio.
La saturación de unidades provocó el desplome de los ingresos de los taxistas.
Sólo para ilustrar el fenómeno: de acuerdo con datos oficiales, en Xalapa hay casi de 10 mil unidades, más otras mil de Coatepec y Banderilla; en el puerto de Veracruz, más de 9,100, que se suman a los 1,900 que circulan en Boca del Río.
A los bajos ingresos, narra don Agustín, “ya nos estamos acostumbrando… no podemos hacer nada; las refacciones suben y el precio del pasaje se mantiene igual.”
La necesidad de ahorro
Debido a esa crisis en el sector y a la imposibilidad para aumentar sus ingresos, lo más inteligente que podemos hacer, apunta, es reducir el gasto; a ello se debe su circulación lenta. Sabe perfectamente que el acelerador es uno de los peores enemigos de la economía de combustible.
“Además de ahorrar gasolina, ahora cuidamos más la suspensión porque el cambio de amortiguadores es caro, más de mil pesos el par, sin contar con rótulas, terminales y otras refacciones, así como mano de obra”, expone.
Como otros taxistas que circulan por el rumbo del Aeropuerto “Gral. Heriberto Jara Corona de Tejería, de la empresa Tenaris-Tamsa o del entronque a las carreteras a Soledad de Doblado o Córdoba, Agustín Hernández acude tres o cuatro días por semana a cargar combustible a una estación de servicio que se ubica en kilómetro 4 de la carretera Santa Fe-San Julián; es la única en la entidad, hasta el momento, que también se dedica a la venta de etanol, biocombustible que se produce y comercializa en Veracruz y al que recurren, cada vez con mayor frecuencia, los conductores del transporte público.
En dicha estación, el etanol se vende en 12 pesos el litro, precio muy inferior al de la gasolina Magna o Premium (13.16 y 13.98 pesos, respectivamente). Por si fuera poco, además del ahorro en pesos, los taxistas también reportan una ganancia en potencia y octanaje, ya que el etanol tiene 106, mientras que esas gasolinas, 87 y 92.
Don Agustín incica que, obligado por la necesidad de ahorro, se volvió “cliente” de la estación de bioetanol de Santa Fe desde hace seis meses: “Le meto al carro 20 litros para mezclar con otros 20 de gasolina… gasto 30 ó 40 pesos menos por tanque, ese es el dinero que puedo destinar ahora para mi familia, para la escuela de los chamacos o para comer mejor”.
Desde las limitaciones de su secundaria incompleta, razona así: “Para una persona que gana bien, un maestro o un doctor, ahorrar 30 pesos puede no ser nada; pero ese dinero, acumulado en el mes, es mucho para los que vivimos al día… además, nadie me lo regala”.
Etanol para taxis
Hasta ahora, nuestro país se ha mantenido rezagado en cuanto a bioenergéticos. Aquí, el porcentaje de la energía que se obtiene a partir de fuentes renovables apenas alcanza 9.5 por ciento, aunque la mayor parte de esos números se logra con la producción de energía hidráulica, solar y eólica.
Un caso contrario es Brasil, donde más de 38 por ciento de la energía que se consume es de fuentes renovables, fundamentalmente del etanol que se produce a partir de la caña de azúcar.
En 2010, en Veracruz fue creado el Inverbio, que tiene como función organizar y coordinar la investigación y desarrollo tecnológico para la producción de bioenergéticos. La entidad se ubicó entre los estados pioneros en la materia, y destinó tierras que hasta esos días se encontraban ociosas a los cultivos que pueden producir esos combustibles, como la caña de azúcar, el sorgo dulce y la palma de aceite.
Actualmente, el territorio veracruzano cuenta con dos plantas que ya producen etanol: una, en Atoyac, que tiene una zona de abasto de seis mil hectáreas; la otra está en la zona de Cosamaloapan y Tuxtepec, tiene siete mil hectáreas, y entre las dos requieren de 30 mil hectáreas de caña para funcionar a toda la capacidad.
El estado produce 100 millones de litros de etanol cada año, que se destina a la industria petroquímica y se exporta, casi en su totalidad, a los Estados Unidos de Norteamérica.
Debido a esa producción estatal, fue instrumentado un programa gubernamental para promover el consumo de este combustible, sobre todo entre los concesionarios del transporte público.
Sin embargo, todavía prevalece la desconfianza en torno, primero, a la eficiencia del etanol como combustible; y, segundo, a los posibles daños a los automotores, aunque existen estudios que indican que se trata de un carburante ecológico que representa, además, un importante ahorro y una mayor potencia para los motores; de hecho, en marzo de 2015, Petróleos Mexicanos (Pemex) anunció que comenzaría a vender gasolina mezclada con etanol en diversas partes del país, comenzando por Veracruz, San Luis Potosí y Tamaulipas, en un intento por economizar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.