Para los trabajadores de la salud que combaten el zika en buena parte de América Central, la amenaza más inmediata no es el mosquito que transmite el virus. Son las pandillas que controlan barrios y calles y a veces amenazan sus vidas.
Pandilleros armados y bien organizados de la Mara ejercen un control casi total sobre barrios enteros usando centinelas para vigilar quién entra y quién sale. En algunos casos, les niegan acceso a los trabajadores porque sospechan que colaboran con la policía o con pandillas rivales.
En 2014, un miembro de un cuerpo médico de emergencias que acompañaba a un grupo de fumigadores murió baleado por miembros de la Mara que le levantaron la camisa y vieron que tenía un tatuaje de una pandilla rival, según versiones de los medios.
En Honduras y Guatemala ha habido incidentes parecidos, en los que los fumigadores son perseguidos, agredidos o se les cobra un pequeño impuesto para darles acceso al barrio.
“El estado está ausente” en esas zonas dijo Carlos Carcarch, criminólogo de la Escuela Superior de Economía y Negocios de El Salvador. “El estado está siendo reemplazado por la pandilla”.