El papa Francisco condenó este día en su homilía en Ecatepec, Estado de México, las tres tentaciones que “buscan degradar y degradarnos” como sociedad y, nuevamente, destacó el daño que la corrupción hace a las familias.
“(La riqueza) es tener tener el pan a base del sudor del otro o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, sufrimiento. En una familia o una sociedad corrupta ese es el pan que se les da de comer a los propios hijos”, dijo ante miles de personas que lo escucharon.
Ayer, durante la recepción oficial en Palacio Nacional, ante el presidente Enrique Peña Nieto y la crema y nata de la clase política en México, el pontífice habló de los grandes problemas de la nación.
“Cada vez que buscamos el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”, manifestó.
Y hoy repitió la dosis en Ecatepec, el municipio con la mayor población en el país [más de un millón 600 mil habitantes, de acuerdo con el reporte de 2014 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)], criticando la corrupción, el abuso de quienes aprovechan el esfuerzo de los demás, la vanidad y soberbia del poder.
En la homilía que inició a las 11:40 horas, luego de un recorrido donde cientos de miles lo vitorearon hasta llegar al predio de El Caracol, cercano a la Unidad Las Américas, se refirió a la Cuaresma como un buen momento para quitarnos la ropa del cansancio, la apatía y le desconfianza. Apuntó que “nuestro Padre es el Padre de una gran familia, pero no sabe generar y crear hijos únicos entre nosotros”.
Y agregó: “Es un Dios que sabe de bondad y hermandad. En cada uno de nosotros anida, vive, el sueño de Dios: somos hijos de Dios, es el sueño testimoniado por la sangre de mártires de ayer y de hoy”.
La Cuaresma, añadió, es un momento para recordar “cómo ese sueño se ve amenazado por el padre de la mentira, generando una sociedad de pocos y para pocos”.
“Cuantas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros… cuántas veces hemos sido ciegos para reconocer la dignidad propia y ajena”, subrayó.
Asimismo, comentó que la Cuaresma es el tiempo para desenmascarar las tres tentaciones que sufrió Cristo, “tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad”.
Primero habló de la riqueza, el adueñarnos de bienes que han sido dispuestos para todos y utilizados tan sólo para unos. Después se refirió a la vanidad, que nos hace soberbios, “esa búsqueda de desprestigio a base de la descalificación continua y constante”. Finalmente, habló de la tercera, “la peor tentación de todas”, la del orgullo, “o sea, ponerse en un plano de superioridad, del tipo que fuese, sintiendo que no comparte la común vida de los mortales”.
“Son tres tentaciones que buscan degradar al Evangelio”, insistió; “por ello, vale la pena que nos preguntemos hasta dónde somos conscientes de hasta dónde nos han afectado”.
“Vale la pena que nos preguntemos hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones. Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, la vanidad y el orgullo están la fuente y la fuerza de la vida”, recalcó.
Hermanos y hermanas, repitió, con el demonio no se dialoga porque nos va a ganar siempre. Hemos optado por Jesús, pero sabemos que nos es fácil ser seducidos por el dinero, la fama y el poder, finalizó Francisco.
FUENTE: SINEMBARGO.MX