Ser tabiquero es una labor sucia, pero muy honesta, relata don Oliverio Ortega Solano, quien desde hace medio siglo se dedica a la elaboración de ladrillos en la localidad El Castillo, perteneciente a Xalapa.
Mientras describe cómo es este oficio, prende el horno para que arda a mil grados centígrados, porque tiene que arrojar las piezas –hay que saber quemarlas, dice–; se trata de materiales que sostendrán alguna construcción.
En esta congregación, en promedio, unas 300 familias se dedican a la elaboración artesanal de ladrillo rojo, labor que ha sobrevivido por más de seis generaciones y que era la principal fuente de empleo hace 50 años.
Los ladrillos que se fabrican en esta comunidad son elaborados a mano y por eso tienen características que los distinguen de la competencia, porque son más porosos, rústicos y macizos que los producidos por grandes constructoras; debido a su acabado, son muy apreciados en las edificaciones de la región de Xalapa.
No todo es romanticismo en el trabajo; esta actividad atraviesa por una crisis severa: precios cada vez más bajos; ventas que van en picada; además de la competencia de tabiqueros del estado de Puebla, lo que representa una fuerte afectación para los productores locales.
“Esta es una herencia familiar; somos más de seis generaciones que nos hemos dedicado a este trabajo y aunque ahora hay una fuerte crisis, no queremos dejar de hacerlo“, comenta al tiempo que ofrece un recorrido por el área de fabricación.
Ahí, don Oliverio destaca que la ventaja es que se trabaja sin salir de casa ni dejar a la familia; no hay horario ni presiones.
Igualmente, agrega: “No se puede aflojar el paso porque va en contra de la propia economía y se tiene que ser demasiado responsable”.
También Confiesa que las ganancias por la venta de este material son mínimas; sin embargo, los ladrilleros no están dispuestos a cambiar de giro.
La lumbre y sus millares
Para la elaboración de cinco millares de tabique requieren de hasta tres semanas de arduo trabajo que inicia con la preparación de la unión de barro y arcilla, uniformando la mezcla, moldeando, la etapa de cocción, almacenaje y venta.
En el mercado de Xalapa, cada millar de ladrillo se vende en promedio a 1,300 pesos; la venta a otras partes de la entidad es poco costeable porque el traslado incrementa los costos y se complica por la competencia directa con los ladrilleros poblanos.
“Desgraciadamente, ellos acaparan el mercado y las autoridades no nos apoyan; ni siquiera nos compran a nosotros el material cuando realizan obras municipales”, lamentó el obrero, mientras atiza el horno para la siguiente cocción de los tabiques.
La transformación del lodo al tabique es todo un ritual. Mezclan la arcilla con agua, baten la tierra con sus manos durante varias horas hasta lograr la consistencia deseable.
Así es como los trabajadores vierten la sustancia en los moldes y recorren los bordes para retirar los sobrantes de lodo; son ágiles, tienen destreza y manipulan el nacimiento del tabique.
Don Oliverio expone que el producto se deja reposar durante un día hasta que se seca la arcilla.
Cuando ocurre este proceso, se obtienen ladrillos grises y blandos. Se colocan uno a uno hasta formar largas filas y en la siguiente semana estarán totalmente secos.
Es así como ha llegado el momento para ser colocados en el horno, al cual le prenden fuego, le arrojan leña, lo suficiente para que tarde quemándose durante los siguientes dos días.
“Hay que permanecer atentos, no puedes despegarte de esta parte, porque también se puede pasar de cocido; entonces, el ladrillo se ve negro; el color correcto es rojizo”, explica durante la entrevista en la bodega donde almacena todas las piezas.
El trabajo no finaliza ahí; cuenta que todavía deberán transcurrir 24 horas para que el horno se enfríe completamente, al igual que los tabiques, para poderlos sacar.
Desde la preparación del material hasta sacar los ladrillos del horno han pasado casi dos semanas; es entonces cuando ya se puede ver y sentir el material rojo y consistente, listo para la industria de la construcción.
Asimismo, es momento de esperar en sus patios a los compradores que llegan de la capital veracruzana o municipios circunvecinos, como Naolinco, Perote, Coatepec, Alto Lucero, Actopan o Emiliano Zapata.
Quienes tienen la manera de transportar pedidos a los municipios de la región lo hacen sin tantas dificultades, aunque no todos gozan de esas oportunidades; la mayoría espera paciente a que llegue el cliente hasta sus bodegas.
La importancia de las lagunas
Don Oliverio da a conocer que esta actividad está ligada a las lagunas de El Castillo, que durante décadas han sido utilizadas para la obtención de lodo, la materia prima para la fabricación de los tabiques.
Sabe que al menos hace seis generaciones y ante la necesidad de obtener alguna fuente de empleo, sus familiares se iniciaron en esta actividad, pero para ello era necesario contar con tierra que les facilitara esa labor.
Fue así como crearon las lagunas artificiales, una de ellas dejó de utilizarse hace 30 años y actualmente se ha convertido en un atractivo turístico que también genera ganancias económicas para los pobladores.
Por último, consideró que este oficio pareciera estar en peligro de extinción, no por falta de material sino porque ahora las jornadas ya no son las mismas, ganancias menores, mayor competencia, así como “tabiques” a menor precio que comercializan las grandes empresas constructoras.