Tiene 87 años; la broca devastó su cafetal; hoy vende, de puerta en puerta, queso artesanal, en Xalapa

Padre de 15 hijos, 13 mujeres y dos hombres, el señor José González sale todos los días de su casa, ubicada en el municipio de Juchique de Ferrer, para comenzar sus labores cotidianas; buscar la vida, dice.

Tiene una pequeña parcela, una hectárea, que destinaba al cultivo del café; hoy lamenta que la broca haya terminado con ese cultivo en un municipio como el suyo, cuyas tierras se ubican a una altitud promedio de 706 metros sobre el nivel del mar.

Don José es un veterano agricultor; tiene 87 años; nació en 1929, año en que se funda, por cierto, en Partido Nacional Revolucionario, antecesor de lo que hoy es el PRI.

Sonríe al hablar de sus hijos, suficientes para formar una escuadra de fútbol con todo y banca; “eso no es nada; mi hermano tuvo 19”.

Todos los días se despierta antes de las 5:00 de la madrugada; trabaja hasta muy tarde; su día termina después de las 11:00 de la noche, cuando se acuesta a dormir con su esposa, que tiene 10 años menos que él.

El señor González dice que el problema del café ha terminado con la esperanza de muchos agricultores de Juchique de Ferrer, municipio que cuenta con poco más de 16 mil habitantes.

Obligado a buscar otras actividades

Debido a la crisis en ese cultivo, el campesino se vio obligado a cambiar su actividad; dice que, por fortuna, su esposa es una mujer trabajadora que le ayudó a emprender una nueva forma de ganarse la vida; juntos elaboran quesos artesanales y otros productos derivados de los lácteos, que llevan para su venta a los municipios de la región. Una o dos veces por semana se traslada a Xalapa, donde comercializa, de puerta en puerta, queso y requesón.

“También traigo huevo de rancho, que la gente de aquí, la de ciudad, compra bien porque es de gallinas que están alimentadas con puro maíz… son caros, a 7 pesos cada uno, pero son buenos, de verdad, hasta el sabor es diferente”, platica don José, quien cuenta que todos sus hijos salieron del pueblo para buscar un mejor destino.

“Me llevaron a Chicago, donde estuve trabajando un tiempo; no me gustó y mejor me regresé a mi casa; ahí soy feliz; además, la tierra siempre llama”.

Los 15 hijos del productor están dispersos por diferentes ciudades de la República y los Estados Unidos; prácticamente ninguno de ellos sabe leer y escribir; don José González tampoco; ellos pertenecen al 7.7 por ciento de la población veracruzana que se encuentra en condición de analfabetismo.

El caficultor es feliz porque todos los días sale de su modesta casa con quesos y huevo, para regresar por la noche “con dinero en la mano”.

El orgullo por la tierra

Lamenta, por otra parte, que las nuevas generaciones olviden el orgullo que despierta la tierra, las tradiciones, la cultura y, en términos generales, la vida en el sector rural: “los chamacos ya ni siquiera saben usar el machete, el azadón y el hacha; yo todavía tengo una, para recordar los tiempos en que el trabajo era rudo y el dinero alcanzaba bien, no como hoy, que todo está bien caro”.

Más entrados en la charla, el señor González reflexiona: “ahora que lo pienso, antes uno ganaba poco, sólo unos pesos al día, pero no había en qué gastar, ni lujos ni diversión, ni tele, ni cine, nada; la comida se conseguía en el monte; en los ranchos no teníamos ni luz, nos alumbrábamos con un quinqué de petróleo y por eso el poco dinero que recibíamos era suficiente… yo todavía guardo un quinqué, ya nomás como recuerdo de aquellas épocas”.

Juchique de Ferrer, marginación y pobreza

El entorno de don José González no podría ser más desfavorable; el municipio de Juchique de Ferrer tiene una población que apenas supera los 16 mil habitantes (Inegi); un tercio de esa población sobrevive en condiciones de pobreza extrema; la mitad, unas ocho mil personas, se ubican en el escalón de la pobreza moderada.

En pocas palabras, dentro de ese municipio veracruzano, 80 de cada 100 habitantes son pobres.

Ahí, el rezago educativo alcanza al 37 por ciento de la población, por lo que se infiere que el analfabetismo que prevalece en el núcleo familiar de don José no es un caso aislado; al contrario, es el común en su pueblo, donde la mitad de la gente carece de servicios de salud y donde 9 de cada 10 tampoco tienen seguridad social.

Por otro lado, de las 4 mil 400 casas habitación de este municipio, más de mil tienen piso de tierra.

Unas 6 mil personas no disponen de servicios básicos y casi 3 mil enfrentan problemas por carencias por acceso a la alimentación, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.

La crisis del café

Don José González no entiende el contexto nacional e internacional del cultivo del café; su vida y su perspectiva se concentran en su pueblo y en su entorno más próximo; a él, poco le dicen las estadísticas del sector.

En 2012, por ejemplo, la Asociación Mexicana de la Cadena Productiva del Café y la Asociación Nacional de la Industria del Café presentaron un trabajo sobre el mercado nacional y regional de ese producto, en el que se incluyen los hábitos de consumo, la cadena de distribución y la producción del grano.

En el contexto nacional, la importancia de la entidad veracruzana en el cultivo del café es incuestionable; después de Chiapas, donde se encuentra el 18 por ciento de los productores y el 41 por ciento de la producción, Veracruz es el segundo estado del país, con más de 150 mil hectáreas y 67 mil productores.

La diferencia es que mientras en el último lustro, la producción chiapaneca sólo aumentó un punto porcentual, la veracruzana pasó del 20 al 28 por ciento. Por cierto, con un mayor consumo y un estancamiento en la producción nacional, las importaciones del grano se han triplicado.

A pesar de los extraordinarios números del café veracruzano y de que es la única entidad que ha mantenido una tendencia en la producción a la alza, la mala noticia siguen siendo los problemas fitosanitarios, la broca y la roya, que afectan a plantaciones que, como la de don José, se ubican a una altitud menor a mil metros sobre el nivel del mar; los bajos precios, los inadecuados canales de comercialización y la escasa promoción.