La genialidad del Presidente

Antonio Salgado Borge*

México está polarizado. Pero a diferencia de lo que ocurre en otros países, nuestra población no está simétricamente dividida en los dos campos contrapuestos.

Mientras que alrededor de dos terceras partes de la población se han instalado en la esquina del Presidente desde hace tiempo, el tercio restante parece apoyar a la oposición sin reservas. Si hoy fueran las elecciones presidenciales, Morena arrasaría sin duda alguna. El volumen e intensidad de las voces que se oponen radicalmente a la 4T es, entonces, engañoso.

El Presidente conoce lo anterior perfectamente, y lo utiliza para hacer y decir discrecionalmente. Es fácil ver que decisiones delicadas, como el acuerdo anunciado para declarar los proyectos y las obras a cargo del gobierno federal como asuntos de seguridad nacional, serían impensables sin considerar este contexto.

Paradójicamente, los esfuerzos por entender la asimetría de la polarización en México se han insertado en la lógica de los extremos en disputa. Por un lado, hay quienes afirman que este fenómeno obedece a los exitosos resultados del actual gobierno.

Esta posibilidad no se sostiene. No pongo en duda que la 4T sea un proyecto transformador o novedoso. Pero en materia de seguridad, justicia, economía y corrupción, los resultados todavía están por verse. No se vale apelar aquí a la supuesta estupidez de la gente para explicar que sigan apoyando al Presidente, como hacen algunos enemigos de su proyecto. La falta de resultados es admitida consistentemente por buena parte de la población en la mayoría de las encuestas.

Por otro lado, hay quienes piensan que la miel sobre las hojuelas de la 4T se debe principalmente a que la oposición es un desastre. No es para menos. El grupo de partidos opositores está derrotado ideológicamente, ha sido incapaz de plantear un proyecto que no implique regresar al pasado y se encuentra poblado de los mismos personajes impresentables de siempre liderados por agregados igualmente impresentables.

Sin embargo, esta tampoco es una explicación suficiente. Si la derrota ideológica o moral y los personajes impresentables fueran obstáculo para el éxito de los proyectos derechistas, Trump, Bolsonaro, Orban o Duda jamás hubiesen sido encumbrados. Tampoco es un escollo su promesa de regresar al pasado; es más, esta oferta es una de las razones detrás de su éxito.

La explicación de la asimetría de nuestra polarización es entonces un pendiente. No es mi intención presentar aquí un diagnóstico exhaustivo de este fenómeno. Una tarea de este corte se sale de los alcances que mi formación y la naturaleza de un análisis de opinión me permiten.

Lo que me interesa es plantear una hipótesis de trabajo que puede contribuir a explicar este fenómeno. Mi hipótesis es la siguiente: la asimetría de la polarización en México se debe a que el Presidente se ha tomado el cuidado de vaciar, preventiva y magistralmente, los principales pilares sobre los que actualmente podría construirse un proyecto exitoso de derecha.

Hay al menos tres elementos que indican que este es el caso.

En primer lugar, la 4T no es un proyecto que apele a lo que actualmente se conoce como wokeness; es decir, la conciencia de derechos civiles y que incluye la explicitación de opresión por motivos de sexo, género o raza.

ENSENADA, BAJA CALIFORNIA,16OCTUBRE2021.- El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador firmó el Acuerdo para la Regularización de Vehículos Usados de Procedencia Extranjera. FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

El choque entre grupos woke –en español, “despiertos”– y quienes se oponen radicalmente a su cosmovisión progresista es un elemento clave que define la polarización entre izquierda y derecha en Estados Unidos y otras partes del mundo.

Pero en el actual gobierno no hay espacio explícito para los postulados ecologistas, feministas o LGBTI+ que caracterizan a los proyectos de izquierda contemporáneos. Es más, el Presidente ha calificado a los movimientos que defienden estas ideas en México como víctimas de una moda, conservadores o grupos infiltrados por sus opositores.

Esta posición ha ayudado a bloquear la posibilidad de que desde la derecha surjan voces equivalentes a las de Bolsonaro o Trump. Para gritar y tirar golpes contra el wokeness se necesita tener un objetivo woke bien definido. Es difícil ver contra qué pueden gritar exactamente los anti-woke mexicanos cuando el Presidente ha rechazado conscientemente el wokeness, abrazando incluso aspectos que apelan al campo contrario, como grupos religiosos, la familia y valores moralinos.

En segundo lugar, la 4T no es un proyecto que apueste explícitamente por una redistribución radical de los recursos, uno de los mantras de los gobiernos de izquierda en otras partes del mundo.

Este énfasis redistributivo que caracteriza a los progresistas contemporáneos ha sido tierra fértil para que grupos de derecha promuevan la idea, tan ignorante como delirante, de que su “libertad” está siendo amenazada y de que, por ende, es necesario hacer frente a esta ola de “comunismo”.

Pero nadie puede acusar al gobierno actual de “comunista”. El Presidente se ha negado radicalmente a incrementar los impuestos a los más ricos como medida para obtener más recursos -que buena falta hacen- o a regular de forma más estricta sus actividades. La idea parece ser dejarlos ser y dejarlos hacer siempre y cuando no se opongan frontalmente al Presidente y a su proyecto.

Para ser claro, buena parte de los empresarios más encumbrados detestan a la 4T, pero esto no es porque la “libertad” económica les haya sido limitada, sino porque ya no cuentan con un gobierno que esté a su servicio, como ocurría en el pasado.

El Presidente parece haber aprendido esta lección desde 2006 y, ciertamente, ha leído perfectamente los tiempos. Nadie en su sano juicio puede acusarle de “comunista”. No es casualidad que a los gritos de Javier Lozano y de otros remedos de populistas de derecha se los haya llevado el viento.

El tercer elemento que indica la explicación que aquí sugiero para nuestra polarización asimétrica es formal. Una de las características más notables de la polarización actual en otras partes del mundo es la división entre un bando que defiende en términos generales la razón y otro que apela principalmente al sentimiento. De esta forma, sólo hay un sitio disponible para encabezar cada bando.

En la mayoría de los casos, el segundo bando es al que apelan los líderes populistas. A su vez, estos líderes son comúnmente de derecha. Ejemplos de ello son, nuevamente, Trump. Bolsonaro, Orban o Duda.

El problema para la derecha en México es que el Presidente ha adoptado claramente varios ingredientes de la fórmula del populismo contemporáneo. Se puede discutir si en este caso el fin justifica los medios -a mí me parece que no-, pero lo anterior es una verdad de a kilo.

La idea de que sólo él es capaz de limpiar la corrupción del país, los tropos y respuestas llenas de humor y simplismos, su rechazo a la intelectualidad y a las personas expertas, su constante vilificar a las voces críticas o su forma de usar las redes sociales son tan sólo algunos de estos ingredientes.

Lo anterior significa que, mientras AMLO esté presente, no hay espacio disponible para que un líder desde la derecha use exitosamente la fórmula populista. Y que este seguirá siendo el caso al menos hasta 2024, pues entonces la candidata o candidato de Morena hará campaña de la mano del Presidente.

Si la oposición podrá llenar después el molde populista que dejará vacío AMLO, está por verse. Durante el próximo sexenio pueden ocurrir muchas cosas, incluyendo la obsolescencia de la fórmula populista. Ya habrá tiempo de preocuparse por ello.

Los tres elementos que hemos revisado –la 4T no es woke, no es económicamente progresista y acapara el único espacio que permite la fórmula populista– molestan profundamente a algunos sectores de la izquierda en México.

Comparto plenamente su molestia. El hecho de que en las mañaneras las alusiones a la cualidad de ser de izquierda sean superadas por otras como “los que deseamos la transformación” parecen tan bien curadas como indicativas.

Pero para efectos de este análisis lo que importa es que, al utilizar estos elementos, AMLO ha vaciado preventivamente la posibilidad de que la derecha equilibre la balanza de la polarización. Y que no hace falta considerarla inocua para reconocer que, políticamente, esta es una jugada magistral del Presidente.

*Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo)
Facebook: Antonio Salgado Borge
Twitter: @asalgadoborge

(Aristegui Noticias; 27 de noviembre de 2021)