El próximo sábado, Cuitláhuac presidirá la ceremonia conmemorativa de la Batalla de Camarón de Tejeda

El próximo sábado el gobernador Cuitláhuac García Jiménez presidirá la ceremonia conmemorativa de la Batalla de Camarón de Tejeda.

El 30 de abril de 1863 se enfrentaron, dentro del marco de la II Intervención Francesa, soldados mexicanos contra los legionarios franceses.

El lugar fue la hacienda de Camarón, cerca de Palo Verde, en Veracruz, y marcó una victoria para México, y un ejemplo de valentía y resistencia por parte de los militares franceses que tanto nuestro país como Francia supieron reconocer, siendo aún recordado con todo honor.

Después de haber sido derrotados por el general Zaragoza el 5 de mayo en Puebla, el ejército francés sitió la ciudad estableciendo rutas de abastecimiento desde el Golfo de México para poder robustecer a las tropas para un posterior ataque.

Para proteger un convoy con dinero, víveres y armas destinado a reforzar a las tropas francesas, el coronel francés al mando de las tropas en Veracruz, Pierre Joseph Jeanningros envió a la 3ª Compañía de la célebre Legión Extranjera de Napoleón III.

Este grupo militar estaba altamente entrenado, y había mostrado su capacidad bélica en múltiples campañas. Bajo mando de oficiales franceses, la formaban 62 voluntarios de diversas nacionalidades: alemanes, suizos, belgas, daneses, italianos, españoles y franceses.

Así, la legión francesa salió del puerto de Veracruz en la madrugada del día 30. Sus jefes formales se encontraban indispuestos, por lo cual se había dado el mando temporal al capitán y ayudante mayor Jean D’Anjou, el subteniente y oficial pagador Napoleón Vilain y el subteniente Clemente Maudet. A las 6:30 horas de ese día, la tropa pasó por la ranchería hacendaria de Camarón (cuyo nombre se debía a la existencia local del árbol cáscara de camarón), y continuó hasta Palo Verde, en la región de Chiquihuite, donde se montó el campamento para tomar un respiro.

El ejército liberal sabía de esta avanzada. Por ello, el gobernador de Veracruz, Francisco de Paula Milán, al mando de los batallones de la guardia nacional acantonada en Xalapa y Córdoba, y el apoyo de la guerrilla de Perote, se había adelantado para cortarles el avance, instalándose en La Joya, a seis kilómetros al norte de Palo Verde. Ochocientos cincuenta soldados mexicanos formaban la tropa oficial, repartidos en 650 de infantería y 200 de a caballo. A las 7:30 horas, su vanguardia fue descubierta por los vigías francos. D’Anjou dio órdenes de apagar las fogatas, y formarse en cuadro para defenderse. Fueron atacados primero por la caballería. Al caer loa primeros legionarios, y ante la casi imposibilidad de mantener firme la posición, el capitán franco decidió retirarse a la hacienda y protegerse en ella. Los primeros balazos también provocaron la huida de las mulas con su valioso cargamento: cayeron en manos mexicanas.

La experiencia de ambos ejércitos quedó evidente en la batalla de la hacienda de Camarón, pues no era lo mismo atacar a campo abierto que vencer a un comando de elite bien pertrechado y con armas de mejor calibre y resistencia, como eran los fusiles rayados de pistón modelo 1856, de bala ojivo-cilíndrica con mayor capacidad de penetración. Ante esta arma de los legionarios, los atacantes mexicanos portaban, sobre todo, machetes, lanzas, escopetas y fusiles heredados de los tiempos de la guerra de Independencia. El combate fue tenaz. Duró desde las 8 hasta las 17 horas de ese día. A medio día, un alto al fuego abrió paso a la bandera blanca parlamentaria, enarbolada por un soldado mexicano de ascendencia francesa; Román Lainé.

Se pidió la rendición a la Legión Extranjera. Al negarse ésta, el ataque continuó. En un momento, la casona de la hacienda fue estratégicamente asaltada por dos flancos a la vez: la infantería mexicana a la primera línea, la caballería cubriendo brechas, huecos. Entre fogonazos, humo, gritos y polvareda, los legionarios fueron diezmados una y otra vez. Al alcanzar las balas a D’Anjou y Vilain, matándolos, quedó al mando Maudet. La defensa, ejemplo de valentía, continuó, hasta que un infante xalapeño, de apellido Barrientos, sacrificándose logró abrir espacio para entrar a la vivienda. Eran casi las cinco de la tarde del 30 de abril de 1863, y comenzó entonces el sangriento cuerpo a cuerpo, entre bayonetazos, culatazos, machetazos. Maudet cae herido, y cuando está a punto de recibir un tiro más, dio su vida por él un legionario de apellido Catteau.

En ese caos, con muy pocos valientes franceses en pie, el coronel liberal Ángel Luciano Cambas ordenó el alto al fuego: la victoria mexicana era evidente. Se promete atender a los heridos, dejar a los valientes sus armas y tratarlos con dignidad. De inmediato, el coronel y médico Francisco Talavera, comandante del 3er Batallón de la Guardia Nacional, de Córdoba, comienza a curar a los supervivientes, que fueron enviados a los hospitales de Huatusco y Xalapa. Tres meses después, el gobierno liberal cambiaría a ocho de los supervivientes por doscientos cautivos mexicanos.