La pequeña Brenda juega en el patio de su casa con una llanta sucia por el lodo. Era de una camioneta vieja, pero ahora es parte de la diversión. Ella desconoce el riesgo de derrumbe que enfrenta su vivienda construida con ladrillos. También ignora que el patrimonio de sus padres está a punto de perderse por culpa de las constructoras Fyresa y Maskasa.
Desde 2013, ambas compañías comenzaron a construir el Fraccionamiento Santa Lucía, en la calle Expropiación Petrolera, colonia Insurgentes Socialistas, en Poza Rica, municipio petrolero ubicado en el norte de Veracruz.
Atrás de este complejo habitacional que nunca se terminó de construir, hay 10 casas que resultaron afectadas por los cortes de tierra que realizaban grandes camiones y maquinaria pesada.
Día y noche se llevaban a cabo labores para solidificar los cimientos en ese terreno pantanoso.
Brenda, junto con sus hermanitos y primos, se divierte, abraza a los perros, se jalan la ropa o avientan el neumático que les ha manchado las manos de lodo y humedad.
Su casa está partida; los muros, cimientos, piso y techo quedaron fracturados, tal y como ocurrió con las propiedades de sus vecinos. Las viviendas quedaron justo en el “voladero” cuando el cerro fue partido con las maniobras de las constructoras.
El muro de los engaños
La señora María Esther Márquez Santiago relató que desde hace 30 años llegó a vivir a esta propiedad, la cual construyó con ahorros de más de 100 mil pesos. Todo era tranquilidad hasta que “alguien” tuvo la ocurrencia de edificar el fraccionamiento.
El mayor temor es que ella y su familia mueran aplastados. Piensa en sus pequeños niños y en toda su familia, integrada por siete personas.
La casa pronto podría quedar inhabitable.
Cuando el cerro fue rebanado por las compañías, la tierra comenzó a deslavarse hasta alcanzar las casas y cuartos de sus residentes que sí se derrumbaron.
Durante las lluvias de septiembre de 2013 comenzaron los martirios para ella y el resto de las familias moredoras de Santa Lucía.
Los peligros se expandieron y aún continúan quitando el sueño de poder permanecer seguros entre esas estructuras.
Brenda se asoma al pedazo de muro que construyó Fyresa, siendo ésta la única solución que dio para “remediar” los daños.
Abajo, en los cimientos, observa las aguas acumuladas que reblandecen la infraestructura, pues la compañía tampoco tomó precaución y perforó un manantial que les acarrea nuevos peligros por la humedad del suelo.
Dormir con el peligro
Del otro lado, su vecina, doña Áurea Aguilar, de 75 años de edad, está sentada en el patio de su casa; se le mira triste y desconsolada porque su vivienda también tiene los muros partidos.
Ahí viven ocho mujeres, quienes han luchado a través de manifestaciones para que las constructoras paguen por los daños que causaron. Sus reclamos no son atendidos. La autoridad municipal no las respaldó y las empresas decidieron huir de Poza Rica.
Ella llegó a vivir hace 35 años a este hogar que se ubica en la calle Insurgentes, en la colonia del mismo nombre.
Todo era tranquilidad, no había problemas por deslaves, nada de escurrimientos, pero a raíz de las maniobras de Fyresa y Maskasa todo se desplomó.
Alma Delia del Ángel Aguilar, una mujer joven, muestra cada uno de los daños generados por los trabajos de construcción del Fraccionamiento Santa Lucía.
Ella había logrado construir dos cuartos adjuntos a la casa original, pero el gusto duró muy poco porque la obra se desplomó en septiembre 2013.
“Fue por la maquinaria que hizo el corte de la tierra y afectó a nuestras casas”, contó mientras se asomaba a la ventana que mira hacia el voladero y las casas que tuvieron que abandonar las constructoras.
Alma Delia había ahorrado durante años y también pidió un préstamo de 35 mil pesos al banco para poder edificar sus dos cuartos; sin embargo, no pudo disfrutar de su patrimonio y terminó quedándose con la deuda.
“Toda la casa se cayó. A cabo de echar dos cuartos y todo se fue”, expuso. La compañía comenzó a escarbar, pero jamás midieron las consecuencias hasta que se deslavó.
Su vivienda quedó fracturada, entra el agua y el piso está roto. Duermen y despiertan con el riesgo y la preocupación aumenta cuando se avecinan los días de las tormentas.
Huir es la solución
Los residentes narraron que a la empresa poco le importó, pues cuando notó que el complejo habitacional quedaría en una zona de humedales, prefirió abandonar las construcciones.
Avanzaron con la edificación de los departamentos, pero desde hace años dejó todo en obra negra. En la entrada, la maleza creció, los bejucos comenzaron a cubrir las paredes de los muros.
También hay escurrimientos de agua por la emanación de un manantial. Desde fuera se nota el cascajo, fierros tirados, pedazos de concreto, basura y más hierba que se extiende entre los espacios de lo que serían cuartos de los departamentos.
El representante legal de Fyresa, Juan Aguilera Vázquez, y el gerente de Maskasa, Domingo Mendoza Salazar, a pesar de que se comprometieron con las familias a reparar los daños, huyeron y no volvieron a tener comunicación con los habitantes a quienes les dejaron sus hogares fracturados.