Vive de limosna; sus padres lo abandonaron casi al nacer porque padecía polio  

Roberto Hernández García se ha convertido en un personaje urbano de Xalapa. Aunque muchos lo han visto, pocos saben su historia. Su vida está envuelta en momentos de lucha desde su nacimiento: a los 20 días, sus padres lo abandonaron porque descubrieron que tenía poliomielitis.
Hoy se le puede ven en la calle Rafael Lucio, a un costado de las zapaterías que funcionan en ese lugar, donde pide “la caridad de la gente”, estira la mano y dice “con lo que usted me guste apoyar”.
“Me levantó otra señora que ni era de mi familia. Me apoyó hasta que tuve 14 años; ella murió y me las he visto con la ayuda de Dios”, relata un tanto desconsolado, mientras da masajes a sus rodillas adoloridas.
Es originario de Altotonga, Veracruz. Ahí, una mujer de nombre Perfecta lo rescató; cuenta que ella lo cargaba para llevarlo a la escuela. No podía caminar, siempre tuvo dificultades para desplazarse.
Así vivió durante una década, sin conocer a sus padres. Luego, la vida se los puso enfrente. Los conoció y quisieron recuperarlo, pero Roberto se negó y les indicó que no podría regresar con quienes prácticamente lo arrojaron a la muerte.
Al morir su madre adoptiva, su vida cambió.
-He sufrido bastante. He dormido en las calles, en los terrenos baldíos, en el monte, en campos y hasta debajo de los puentes.
Roberto dice que no le gusta comentar con extraños su pasado. Poco habla de él; incluso, otros reporteros han tratado de entrevistarlo, pero siempre se había negado.
 
 
No despilfarra; “Hay que ahorrar”
Carece de dinero, con lo poco que la recibe de la gente paga un cuarto austero; el resto de “la limosna” lo distribuye para un desayuno y la cena, “porque hay que ahorrar”; también guarda para pagar por los medicamentos que le ayudan a disminuir sus dolores.
Actualmente tiene 47 años y relata que por su enfermedad ha sido discriminado, principalmente por taxistas.
-Como estoy discapacitado, no me dan el servicio de taxi, ven que apenas y me sostengo y entonces prefieren ignorarme.
Dice que es raro el conductor que lo sube… “hay que soportar de todo en la vida”, refiere casi al caer la fría noche.
Desplazarse es complicado: su pierna izquierda no tiene movimiento, pide apoyo para sostenerse en pie.
-No falta quién me ayude a levantarme y yo me apoyo con mi bastón para avanzar, pero arrastro los pies. La verdad que dan ganas de llorar; sin dinero, enfermo y malmirado por muchos.
 
 
Su bastón, un palo de escoba
Su bastón es un palo de escoba, pues no tiene más; y aunque pidió unas muletas al DIF, la respuesta fue negativa.
-Se sostiene un poco con la pierna derecha. Se cansa y necesita reposar para seguir avanzando hacia el centro de esta capital.
A su extremidad izquierda la describe como un pie seco, torcido, sin movimiento, deforme hasta la columna: “así me cuesta trabajo. Pido que me ayuden a pararme pero hay quienes se pasan y me preguntan cuánto voy a pagar”.
Toda la semana, Roberto se instala cerca del pasaje Tanos, sobre las banquetas de la calle Rafael Lucio, donde lleva ocho años pidiendo el apoyo económico de los xalapeños.
En ese sitio dice estar acostumbrado a todo, a la discriminación e inclemencias del tiempo.
“Me adapto, pues también estoy acostumbrado a sufrir y a los fríos, qué más puede pasar si soy pobre y huérfano”, platica. Han transcurrido 20 minutos y apena tres personas le obsequiaron nueve pesos.
 
 
Una vida de adversidad
Piensa que ha tenido una vida de adversidades: buscó trabajo pero se lo negaron; intentó rentar un cuarto en la colonia Venustiano Carranza, pero la respuesta fue una negativa tajante.
“No te podemos rentar porque seguro no tendrás para pagarnos y no queremos andar batallando”, le respondió el dueño del espacio.
Don Roberto refiere que 500 pesos que costaba la renta la podía solventar. Hoy vive en la colonia Veracruz, en un pequeño cuarto vacío y sin nadie que lo espere.
Intenta buscar salida a la vida, en ocasiones se harta, se cansa, pero recapacita pues todo el esfuerzo que ha realizado durante décadas, para sobrevivir, habrá sido en vano.
Se despide, pero sugiere continuar la plática en otra ocasión con nuevas historias qué revivir mientras su lucha sigue al pie de los transeúntes que pasan acelerados, ignorándolo…